Ayer, dos semanas antes de primavera, florecieron las jacarandas.
Habían estado creciendo en silencio, arriba, mirando tu cabello cada día. Y como tu mirada nunca subía a buscarlas, decidieron bajar a buscarla ellas, y se lanzaron planeando hacia abajo.
Así que hoy, cuando saliste a la calle con la llave en una mano y el libro en la otra, para llegar a la última media hora de la primera clase, te encontraste con una alfombra violeta y suave en el suelo, tan violeta y tan suave que pisarla te daba un no sé qué.
Te tomaste dos segundos para mirarla, y luego tuviste que caminar sobre ella, sintiéndote Jack Nicholson la noche del Oscar, un porteador de la Virgen en Semana Santa y una princesa el día de su boda, todo al mismo tiempo.
Y después, te sumergiste en los automóbiles cruzando la luz roja, el metrobús atestado y el metro aún más atestado, pero todo era distinto, más violeta y más suave.
Porque hoy, dos semanas antes de primavera, florecieron las jacarandas.